El año pasado tuve cuatro bodas, así que tuve la oportunidad de vivir en primera persona los entresijos de la organización de una boda. Lo más sorprendente de todo me ocurrió cuando asistí a la boda de mi buen amigo Jorge. Jorge es único e irrepetible, pero es un tipo duro, de los de antes, de los que se levanta para abrirte la puerta y un segundo después te dice que va arrancar no se cuantas cabezas.
Como estaba muy ilusionada con su boda, decidí escribirle unas líneas con mis sentimientos, explicándome la ilusión que me hacía que se casara y lo muchísimo que me gusta su ahora mujer. Mi primera sorpresa fue cuando respondió a mi carta y entre otras cosas me decía que estaba sensible y que le había hecho llorar. La verdad, me sorprendieron mucho sus palabras. Al día siguiente tuve el placer de asistir a una ceremonia preciosa y muy emotiva. Cuando terminó, pude hablar un rato con mi gran amigo, y me confirmó que tenía los sentimientos desbordados.
En este punto se me encendieron las alarmas. ¿Qué estaba ocurriendo aquí? Mi amigo, el que va arrancando cabezas en su día a día, el mismo que dice que mariconadas las justas y otras lindeces que le caracterizan, ¡estaba tierno y lloroso! Increíble.
Este suceso debería de haberme preparado para lo que vendría, pero la verdad me ha pillado totalmente desprevenida. Y he aquí lo que sucede cuando vas a casarte. De pronto se apodera de ti una sensibilidad indescriptible. Ves un vídeo emotivo, una pedida de mano especial y te pones a llorar como si fuera la pedida de tu hermana, o mejor aún, de tu propia hija. A pesar de que los protagonistas del vídeo son chinos y no entiendes lo que dicen, eso da igual, pero es ¡tan bonito!
Naturalmente, te pasas el día viendo cosas de boda, y ni que decir tiene que verás todos los vídeos de todas las novias que suban al foro al que eres adicta. Y cada video que ves, sucede que empiezas a emocionarte y haces ruiditos intentando no llorar, pero es inútil porque se te escapan las lágrimas de emoción,mientras en tu casa te miran con cara de ¿otra vez?
Preparas la música a conciencia y te imaginas como será ese momento mil veces, dos mil. Y cada vez que suena la canción elegida, te pille en mitad de un atasco, o lo que es peor, en un semáforo, te pones a llorar como una magdalena. Una vez hasta un señor que había cruzando la calle con su perro me preguntó sino sería mejor que me calmara antes de seguir conduciendo. ¡Debía pensar que me habían dado una mala noticia! Me sorbí los mocos con toda la dignidad que pude, y seguí mi camino mientras seguía pensando en mi canción.
Por si esto no fuera ya suficiente, al síndrome de la novia llorona, hay que añadirle el de la novia voluble. Por muy segura que seas en tu vida real, por muy claro que tengas todo, te va a dar igual. Encargas un vestido y durante meses, hasta el día que vayas a probártelo de nuevo, que suele ser un mes antes de la boda, estarás todo el día y toda la noche pensando, ¿habré elegido bien?, ¿de verdad es mi vestido?
Parece ser que toda novia debe sentir una sensación indescriptible que te haga llorar de la emoción cuando te ves con tu vestido.Y claro, tienes muchos meses para pensar, ¿y si no me he emocionado lo suficiente? ¿y si no he llorado será que no es mi vestido? ¿y cuanto llanto es el adecuado para saber que es tu vestido? Esto es extensible a zapatos, velo y demás complementos que te vayas comprando.
Mil quinientas cincuenta y seis veces he querido cambiar de zapatos, de complementos y hasta de nombre. ¿Pero que me está ocurriendo? ¿donde está mi seguridad, mi cordura? No está, sencillamente se ha apoderado de mi el espíritu de la novia voluble. Afortunadamente, ya solo me quedan 90 días y dos mil ciento sesenta horas, para cambiar de opinión otras siete mil trescientas cincuenta y dos veces.
Mi consejo, tomar aire, respirar muchas veces y desahogarte con otras novias que aguanten tu ritmo de hablar y hablar de cosas de bodas. De lo contrario tus amigos y familiares huirán despavoridos al grito de ¡que viene la novia!
En fin, me consuela saber que cuando todo pase, la novia voluble se irá a invadir a otra y volveré a recuperar mi seguridad y mi cordura. Mientras tanto, si ves a una chica parada en un semáforo, con la música en el coche a todo volumen y llorando como una magdalena, ya sabes que la ocurre…